Quién no ha sentido nunca esa necesidad imperiosa de echar una cabezadita o siesta después de comer. Es como si una fuerza inexplicable recorriera tu cuerpo. Desde su interior hasta la punta de los dedos de pies y manos.
De todas maneras aunque tenemos mucha práctica, quizás en la teoría nos quedamos un poco cortos. Últimamente se ha propuesto desde el Gobierno poner límite a la jornada laboral a las seis de la tarde y en los medios anglosajones, no sin cierta flema, han afirmado que el presidente del gobierno quiere suprimir la siesta. Quizás ha llegado la hora de saber si realmente conoces bien a tu siesta.
¿Realmente la siesta es un invento español?
Aunque no hay pruebas de lo contrario, lo cierto es que el primer documento en el que se cita la siesta procede de Italia, más en concreto a la regla de los monjes de San Benito. Ésta obligaba a los monjes a recostarse en la hora sexta del día. La cosa parece que se popularizó al igual que ciertos productos destilados de las órdenes y en latín vulgar pasó a llamarse siesta. Parece entonces que de Italia nos viene a los españoles esta virtuosa y espirituosa costumbre. No es la única cosa relacionada con el descanso que nos viene de allí: por ejemplo, la marca más famosa de colchones de España Pikolin, debe también su nombre al término piccolino (pequeño, agradable o coqueto).
Lo que sí que es innegable, es que quien la ha popularizado en todo el mundo han sido los españoles. Primero con la exportación de esta valiosa mercadería a todas las Américas y después asumiendo el cliché cultural de la siesta española. Es un tópico y de hecho si viajáis por algunos países es fácil que os pregunten por si las empresas españolas cierran a mediodía para que sus trabajadores se echen la siesta.
¿Qué tipos de siesta existen?
La siesta propiamente dicha viene a durar entre 20 y 40 minutos como máximo. Es aquella de la que todos hemos oído hablar y que tiene múltiples beneficios para la salud. La misma que el mundo anglosajón impaciente por aumentar las productividades de su mano de obra nos cuenta que puede hacer trabajar más y mejor a sus operarios o empleados.
La siesta del carnero o del borrego, es aquella que se hace un poco antes de comer. Es una clara incumplidora de la regla de San Benito, quizás por ello tiene menos seguidores, pero claro, el que no haya pecado nunca que tire la primera piedra.
La cabezada es aquel intento de siesta que no llega a buen fin. Normalmente no llega a diez minutos y suele ser una actividad que se realiza en un sofá. Obviamente deja al usuario con ganas de más. Es como si se te colgara el ordenador en el trabajo, pero en este caso lamentablemente no puedes llamar al Centro de Atención al Usuario -CAU-.
Si finalmente llamas al CAU para decir que te encuentras indispuesto, quizás hayas decidido ejercitarte en el noble arte de la siesta con manta, pijama, orinal y padrenuestro, como profesaba Camilo José Cela. Hay que recordar que este sistema de descaso no está aconsejado por los médicos según un estudio presentado en la 65ª Sesión Científica Anual de Cardiología organizada por el Colegio Americano de Cardiología. Además, también puede ser contraproducente en vuestra relación laboral, avisados quedáis.
¿Dónde se hace más la siesta?
En primer lugar, cabe indicar que los datos aquí expuestos tienen en cuenta sólo aquellos lugares donde no es obligatoria. Esto es así, ya que existen localidades como Ador en que la siesta es obligatoria por ley.
Una vez hecha esta concisión, cabe destacar que tampoco es España el país donde más siesta se hace ni tampoco en el que más se duerme. Aunque parezca increíble y según un estudio de “Neurology” los alemanes y después los ingleses, son los europeos que más duermen la siesta. Lamentablemente el estudio no se centra en temas motivacionales de por qué se duerme más en estos países. Por ello citar alguna razón tiene una validez meramente testimonial. Quizás se llevaron el hábito después de sus vacaciones en España, pasando la siesta de contrabando en sus maletas o tal vez la rectitud germánica les hace seguir a pies juntillas la anteriormente citada norma de San Benito.